Como casi todo en la industria del vino, el uso de barricas fue descubierto por accidente. Antes de la era cristiana ya se usaban barricas como contenedores para transportar lo que fuere: desde aceite y vinagre a pescados, clavos… y vino. Para embarcar el vino desde los países productores a los consumidores, se lo colocaba en recipientes de roble y era así como atravesaba el mar. Las barricas de roble eran más livianas que las vasijas de barro, no perdían vino a pesar de ser porosas, eran económicas y se podían apilar y rodar – justo lo que se necesitaba.
Recién en tiempos romanos se comenzó a apreciar el efecto del roble en el vino; fue así como esta madera revolucionó el mundo de la vinificación.